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Guinea Ecuatorial y el "Otro" español
de Michael
Ugarte
"¿Cuáles son las responsabilidades de las grandes potencias
históricamente imperiales frente a sus ex-colonias? Se ha sugerido
por intelectuales expertos en el poscolonialismo (Basil Davidson,
Bill Ashcroft y el antropólogo Gustau Nerín) que los países europeos
que ahora disfrutan de ventajas –tanto económicas como políticas–
sobre lo que aún llamamos el "Tercer Mundo" han llegado a un nivel
de bien estar relativamente alto gracias a intercambios, guerras,
conquistas, explotaciones y cristianizaciones de ese otro mundo.
También se postula, a pesar de las distintas tendencias
ideológicas, que dichos encuentros no han sido demasiado fructíferos
para el "mundo en desarrollo." En tal "mundo," o "Tercer Mundo," o
"sur" y demás eufemismos para designar geografías de miseria, "el
desarrollo" consiste en la dependencia de organizaciones bancarias
del llamado "Primer Mundo" y de estados potentes cuyos órganos
diplomáticos y militares han mantenido el desnivel en la calidad de
vida.
Para los que vivimos en este estado (global) de bienestar (bien
protegido militarmente) es de ponderar que ese otro mundo, a pesar
de no ser nuestro, existe dentro de nuestra historia como reflejo de
lo que hemos sido, de lo que hemos hecho y de lo que hemos
aprovechado. Es el "Otro," no tanto como faceta de una psicología
individual interna sino de un reflejo social. En fin, no se puede
negar que ese otro mundo global es algo que compartimos.
Entonces otra vez la pregunta: ¿cuál es la responsabilidad para
con el "otro" global? En España poco se habla o se escribe sobre
Guinea Ecuatorial, la única ex-colonia española subsahariana. El
silencio es curioso si se tienen en cuenta los aproximadamente
cuarenta mil guineo-ecuatorianos que viven en España además de la
avalancha de migración africana a España en las últimas décadas,
asunto muy comentado en todos los medios de comunicación. Si
consideramos las razones por las que tantos seres humanos
procedentes de Guinea, Senegal, Camerún, Nigeria, Somalia, Chad,
Malí, Kenya y tantos otros países africanos se arriesgan la vida
para llegar a la "puerta de Europa" (apta designación para la España
actual), habría que considerar, además de las explicaciones obvias,
como la pobreza y la represión, sus respectivas historias
coloniales.
Efectivamente el legado colonial de España en Guinea Ecuatorial
ha sido uno de los factores reveladores del presente de los dos
países. Es cierto que la evolución de la historia contemporánea
española ha tenido variadas vertientes, sin embargo no hay que
excluir la explotación de los recursos naturales de Guinea: el
proceso de poner en marcha los mecanismos del comercio del café,
cacao, fruta, madera y (la más terrible) los seres humanos. Por
decretos reales españoles de finales del siglo diecinueve y
principios del veinte se había expropiado vastos terrenos para crear
plantaciones en las que los "salvajes" guineanos o "cuerpos sin
alma"–términos usados por comerciantes y misioneros (Gustao Nerín,
Guinea Ecuatorial, historia en blanco y negro)–, trabajaban como
braceros, poco menos que esclavos. De eso se aprovecharon mucho los
patrones coloniales, en algunos casos haciéndose ricos. Después de
la Guerra Civil, durante los conocidos "años del hambre," Guinea
sirvió como fuente de abastecimiento de artículos necesitados en
España: "no solo madera, café y cacao, sino harina de yuca, aceite
de palma, abacá, caucho y otros productos" (Donato Ndongo, España en
Guinea,). Hoy día el petróleo (maldito) es el recurso más cotizado y
el que sigue las pautas de la historia económica colonial con pocas
desviaciones. Los beneficios del "oro negro" no llegan a los
ciudadanos guineanos medios, sino a la clase política cuyo máximo
representante es el presente dictador, Teodoro Obiang. Habría que
añadir que la gran mayoría de las ganancias llegan bastante antes a
las empresas petroleras que al ciudadano medio español que ha podido
volver a casa en coche de unas, según él, bien merecidas vacaciones.
En contraste con el "Primer Mundo" español, para la inmensa
mayoría de la población guineana el encuentro Europa/Africa ha
tenido una serie de consecuencias históricas mucho menos rentables.
Se supone, según la teoría anti-colonialista que la salida de los
colonizadores de sus ex-colonias debería dar origen a un nuevo
período de mejora social, económica y política. Pero en el caso de
Guinea Ecuatorial, como en muchos países africanos, con la
independencia (1968) ha pasado lo contrario. El postcolonialismo
inmediato de Guinea ha sido el período más terrorífico de su
historia a causa de la dictadura de Francisco Macías Nguema, autor
de múltiples encarcelamientos políticos en el infame Black Beach,
matanzas masivas y públicas, exilios, torturas, quiebras económicas,
destrucciones de infraesturctura; todo ésto con la aprobación del
gobierno español en forma de su política de "materia reservada" en
la que se prohibía hablar y escribir sobre la realidad postcolonial
de Guinea. El sociólogo Eugenio Pordomingo hasta ha argüido que el
silencio oficial "trataba de ocultar... los pingües negocios que
hacían políticos, empresarios y financieros ligados al régimen."
El descubrimiento reciente de vastas reservas de petróleo ha sido
más una maldición que un beneficio. La mera continuación de la
dictadura de Obiang depende del petróleo como se vio recientemente
en la visita del jefe a Condoleeza Rice. En esta "segunda dictadura
Nguemista" parecida a la de Macías, Black Beach sigue intacta, y la
resistencia del presente señor Ministro de Asuntos Exteriores,
Miguel Angel Moratinos, a señalar los abusos de derechos humanos
representa la continuación de la política español de "materia
reservada."
Volviendo a la pregunta: ¿Cuál es la responsabilidad del
yo/primer mundo al otro mundo en miseria? Es una pregunta difícil y
llena de angustia, como diría el filósofo de la "alteridad,"
Emmanuel Levinas. Desafortunadamente no tiene unas respuesta clara.
Sin embargo, sí puede haber una medida política concreta. El
gobierno español, como ex-madre patria (o como huérfano de poderosos
padres como en un conocido poema de Martí) bien podría presionar
tanto el gobierno guineano como la ONU, como la Unión Africana, como
EEUU, como todos los países que sacan los beneficios del petróleo,
para cerrar el infame Black Beach. Se supone que la creación de esta
horrorosa prisión fue producto de Macías, pero no es así: son los
españoles los que lo fundaron para castigar a los independentistas
de los años 60–otra parte del legado colonial. Si no hay solución
fácil quizás lo que sí es posible es planteamientos, una serie de
acciones concretas, diálogos e intercambios para iniciar un proceso
de recompensar esos demasiado terribles abusos del pasado".
Michael Ugarte
Profesor de Literatura Española y Estudios Culturales
Universidad de Missouri (EEUU)
Editado y
distribuido por ASODEGUE

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